Todo cambió cuando entré a mi pieza. Una tarde cualquiera de la nada siento un extraño ruido.
Ahí estabas, no sé cómo entraste, pero me esperabas.
Debo reconocer que me fastidió mucho tu presencia. Intenté
sin resultados expulsarte de mí pieza. Al principio con delicadeza, luego con
violencia. Me arrepiento de eso, no sabía lo que hacía.
Trataba de dormir, pero estabas ahí, revoloteando por todos
lados. Te odié, hasta pensé en cometer un crimen, pero no lo hice.
Al otro día , luego de otra agotadora jornada llego a mi pieza, y ahí estabas
¿Sigues acá todavía? ¡ Qué esperas para irte! Respondiste volando de un lado a
otro. Intenté nuevamente echarte de mí pieza, pero no, una vez más no quisiste.
Hueviaste toda la noche entre la ventana y la cortina…
Otro día de mierda terminaba y nuevamente me encontraba
contigo en mi pieza. Ya no intenté echarte, ni tampoco me quejé porque dabas
vueltas sin sentido por todos lados. Me resigné y preferí aprender a convivir.
Cansado por la larga semana, y queriendo mandar todo al
carajo, llego otra tarde a mi pieza. Y nuevamente me recibes con alegría. Me tiré en la cama a mirar como ibas de lado a lado. Me acostumbré a tu
presencia, decidí adoptarte como mascota.
Mi primera mascota en años... mañana hacemos las pases y te adopto- pensé antes de dormir
Despierto en la mañana y busco mis zapatillas, pero lo que
hallo es tu cuerpo sin vida. Perdón por todo, quizá debí alimentarte, pero
pensé que lo hacías mientras yo estaba ausente.
Todos dicen que eres una plaga, pero yo creo que eres una
gran amiga. Gracias por la compañía en esas tardes de soledad.
Hasta siempre polilla.
(escrita a fines de 2015, cuando una plaga de polillas atacó
la capital)
(basado en un hecho real)
(basado en un hecho real)