El Resumón profesionales en la desinformación

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mi peor pesadilla

ya nada volverá a ser lo mismo :(


A continuación paso a relatar mi peor pesadilla. Fue un hecho que me perturbó profundamente. Hay un antes y un después luego de lo que pasó ese día. Me ha sido difícil escribir sobre esto, lo hago como terapia. Pilar Sordo dice que es bueno escribir sobre los traumas. Aguante esa weona. Además, espero con este escrito, apoyar  y ayudar a las personas que han vivido este suceso.
Era un día normal en pleno invierno. Unos 25 grados Celsius, un sol radiante y el cielo completamente despejado. El calentamiento global ha hecho su trabajo.
Había almorzado charquicán, hecho por mi mamá. Creo que luego de darme a luz,  es lo segundo mejor que ha hecho en su vida. Estaba tan rico, que obviando mi estricta dieta (dieta del caballo), decidí repetirme el plato, ante la mirada horrorizada de mis hermanos, quienes son fervientes opositores al charquicán. Ellos prefieren las papas fritas, el completo y la pizza. No saben lo que se pierden.
Todo era normal. Luego de discutir con mi padre sobre fútbol, política y religión, y darme cuenta que no tengo nada en común con él (será necesario un examen de ADN, reflexioné), me paré de la mesa. Bueno, fue un trabajo difícil hacerlo. Los dos platos de charquicán hicieron compleja la maniobra. Cabe destacar que cuando me refiero a dos platos, no son dos platos en sí, ya que mi mamá expresa su cariño mediante la comida, así que esos dos platos equivalen en realidad a unos 4 platos promedios en Chile, y unos 30 platos en algún país africano afectado por ébola.
Hasta ahí  todo era normal. El día transcurría como cualquiera en una  familia bien constituida y con firmes cimientos.  Luego de esquivar tres platos que mi mamá le tiró a mi papá porque él dijo que el charquicán estaba salado, fui al baño, y  fue ese el momento en que  todo cambio…
Entro al baño, me miro al espejo, me sorprendo de la belleza que veo, y hasta pienso en convertirme en homosexual.  Los gritos que vienen desde afuera no logran distraerme, la imagen del espejo es más importante.
Luego de mirarme por 4 minutos, recuerdo a lo que venía: cepillarme los dientes.
Quizá la única enseñanza de mi mamá  que he puesto en práctica es esa de “cepillarse después de cada comida”. Además, soy tan cobarde  que para evitar ir al dentista me cepillo hasta que las encías comiencen a sangrar, y cuando derramo suficiente sangre para llenar el lavamanos, doy por terminado el cepillado.  En todo caso, todos los dentistas lo dicen: hay que cepillarse mínimo 45 (¿?) minutos.
Pero mi vida cambió en el momento que fui a tomar mi cepillo. Había algo raro, no estaba en el vaso de siempre, no estaba como lo había dejado antes de dormir. Mi corazón se detuvo.
Con la mano temblorosa fui a tomar el cepillo, y mis peores temores se hicieron realidad. Debo confesar que mi vida pasó por frente a mis ojos. Puta, cada vez que pasa eso concluyo que he desperdiciado mi vida.
Tragué saliva, tenía un nudo en la garganta, mi peor pesadilla se había hecho realidad. Mi lindo y amado cepillo ESTABA MOJADO, TENÍA RESTOS DE PASTA DE DIENTES, ESTABA CHASCÓN, es decir, HABÍA SIDO OCUPADO POR OTRA PERSONA…
Pensar en los sospechosos me conmocionó todavía más. Pudo ser mi papá. Su cepillo naranja, y sus problemas de visión, pudieron llevarlo a la confusión. Ver sus placa en el lavamanos casi me hacer perder la conciencia. O quizá fue mi hermano daltónico, que nunca sabe bien cuál es su cepillo. O tal vez mi otro hermano, aunque lo descarté rápidamente, ya que nunca lo he visto cepillarse. O pudo ser mi mamá, que aunque fue la que designo los colores de cepillo para cada uno, pudo olvidarlo o confundirse sin querer.
Tenía dos opciones. Iniciar una investigación para dar con el culpable, o pasar por alto el hecho y guardar en mi corazón ese dolor.
Decidí no investigar, dar con el culpable solo causaría más dolor en la familia, además, no quiero saber con quién comparto babas, porque me dio paja comprar otro cepillo. Estoy seguro que dejarlo 20 segundos bajo el chorro de agua no ayudó a borrar rastros de aquella persona que rompió para siempre mi relación con mi cepillo de dientes.

Reconozco que  cada vez que voy a cepillarme, un frío recorre por mi espalda.

Historia basada en un hecho real. Algunos nombres fueron cambiados para proteger a mi hermano Roger, que estoy seguro que fue el wn que usó mi cepillo *vomita*

sábado, 9 de agosto de 2014

¡Qué paja!

                                     así me siento luego de cortarme el pelo 


Hay tantas cosas que me dan paja en la vida, que enumerarlas me da paja, pero hay una de ellas que quiero comentar: cortarse el pelo.
Tengo un problema grave con ese asunto, porque a diferencia cortarse las uñas (otra weá que me da paja) y afeitarse (ni hablar, que paja), cortarse el pelo trae consigo el horroroso tramite de ir a una peluquería.  Bueno,  admiro a los autosuficientes que se cortan el pelo a sí mismos, pero mi pelo es como la mina rica del curso: muy difícil de abordar. Por lo tanto, necesito la ayuda de un experto en el tema.
Además, tengo otro importante problema: no sé qué hacer con mi pelo. En realidad tampoco sé qué hacer con mi cara. Sabía qué hacer con mi cuerpo, pero me patearon.
Todo esto  concluye en que opto por ir a la peluquería con menos rating de la ciudad, cosa que uno llegue directo a la silla del peluquero, y no tener que hacer una tremenda  cola. Para eso están las urgencias de los hospitales, los bancos y las marchas del movilh. Hay que ahorrarse la  paja de esperar para cortarse el pelo.
Una vez acomodado en la silla del peluquero, viene la pregunta del millón: ¿cómo se lo corto? Me gustaría decirle “un corte definitivo” para no tener que volver porque me da paja, pero le digo una frase que representa mi  indefinición en la vida : ni corto, ni largo…ehmm regular.
Y bueno, no sé si es por un mal entendido, o es culpa de la forma de mi cabeza, pero regular  termina siendo el resultado del corte. Es decir, ni queda bien, ni queda mal.
El proceso del corte del pelo es pajero. Aprovecho para meditar sobre la vida, sobre las posibilidades de Chile en el mundial de Rusia, sobre la situación política en Ucrania, sobre el conflicto en la franja de Gaza y sobre los problemas alimenticios de Luli.
Me da paja meterle conversa  al peluquero,  pero si él me conversa, no queda otra que hablarle, aunque eso trae consigo que entren pelos en la boca.
¿El tema? Fútbol, voy a un peluquero futbolero.
Peluquero: ¿Cómo cree que le irá a Chile en la Copa América?
Yo: Depende de ..(entran pelos en la boca)... el grupo que.. (Escupe pelos) …le toque a  (vuelve a escupir pelo) Chile
Peluquero: ¿Pero Chile debe ganar?
Yo: Creo que …(escupe pelo)… Chile tiene …(le echan agua en el pelo) .. hartas posibilidades (el agua cae en los ojos).. de gan…(pelo en la boca, escupe pelo)ar.
Peluquero ¡:Pero hay rivales fuertes!
Yo: Pero…(entra más agua a los ojos) …Chile juega… ( entra un pelo en el ojo)… de local (pica la nariz), así que (traga pelos) debemos ganar (se ahoga con los pelos)
Peluquero : Es fácil para usted decirlo… (?)
Antes de terminar con el corte me pregunta ¿Las chuletas, se las dejó ahí o se la corto? Miro al espejo, y luego de pensar que no tengo arreglo, le digo: un poco más cortas, pero no tanto…regular.
Cuando por fin salgo del local  siento que tengo pelos en todos lados, como Chewbacca, así que busco la calle con menos tránsito posible,  cosa de no cruzarme con nadie. Imaginen me encuentro con mi ex, y me ve  con pelos en las orejas , cara y en la polera. Mal. Tanto que me costó recupera el pelo luego de que me pateó. No quiero que piense que tengo una recaída.
El regreso a casa es eterno. Me miro en los reflejos de los autos, y me acuerdo de “me cortaron mal el pelo “de 31 minutos.  Veo que mis orejas son enormes, que mi frente no tiene sentido, que mi cuello es corto. Por qué chucha me corté el pelo  si aminoraba mis defectos.
Reconozco que cuando llego a casa me siento feliz. Faltan dos meses para volver a cortarme el pelo, dos meses sin ese trámite que tanta paja me causa.
Actualización:

Pensaba cortarme el pelo,  así que acudí a la peluquería. Estaba cerrada. Al parecer la ventaja que yo veía, la de tener poco rating, era una desventaja para el peluquero y el bienestar de su  familia. Comencé a vagar por las calles buscando un lugar. Todas las weás llenas. Odio mi pelo, qué paja tenerlo largo (el pelo)